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viernes, 12 de noviembre de 2010

El empresario ante el miedo

El artículo hace un análisis de las tendencias del individuo ante situaciones críticas y las formas de reacción y solución que encuentra, así como de su capacidad de evolución con respecto de estas.

En el texto siguiente se aborda el tema del comportamiento del hombre en cuanto a la reacción de este ante situaciones críticas. Esto es, el estudio filosófico del hombre, “Antropología”, y la relación con dos eventualidades del mismo, el miedo y la responsabilidad.
La filosofía, en estudio del hombre, ha determinado, desde tiempos de pensamiento griego, que el miedo es una característica inherente al ser humano, y que en sí misma es completa, puesto que carece de antagónico, lo que nos refiere al término de plenitud. Así bien, el miedo es al hombre en cuanto a este mismo es a su existencia, o bien, la existencia del miedo está ligada al hombre, sin hombre, no hay miedo. Por lo que refiere a los animales cuya capacidad se limita a la inteligencia y no a la razón, pueden sentir miedo, pero no pueden reconocerlo.
Por ende, al pertenecer, el miedo, a una serie de características que están en el hombre por el simple hecho de existir, esta debe responder a determinados estímulos, Aristóteles reconocía dos:

1. Peligro que supera mis fuerzas
2. Peligro que amenaza el núcleo de mi existencia

Y en terminología adicional, Aristóteles sostiene que el peligro causante del miedo, y la base de su justificación, es la inminencia del mismo.

Ahora bien, del peligro se identifican cuatro situaciones y cuatro reacciones normales e idóneas, las cuales delimitarán si es que algo no funciona adecuadamente en la psique o el organismo de cada individuo:

1. Peligro < ó = Mi fuerza  Enfrentarle por difícil que parezca
2. Peligro > Mi fuerza pero no afecta el núcleo de mi existencia  Resistir
3. Peligro > Mi fuerza y afecta el núcleo de mi existencia  Huir

Cabe mencionar que aquel que huye, no es cobarde, sino inteligente, puesto que en vista de que se aleja del peligro, cuida de sí mismo y asegura su estadía. Sin embargo, está aquella situación en que la inminencia del peligro indica que nada se gana con la huida, en estos casos, que son la cuarta situación, en que el peligro supera mis fuerzas y afecta al núcleo de mi existencia, se debe resistir.
Habría ahora que crear un sistema de reconocimiento, puesto que es lo más difícil ante una situación de peligro, el cómo reconocer si este es superior a mí. En principio, distingamos así que una situación crítica es de peligro, y al ser de peligro, es potencialmente una causal de miedo, ante la que tendremos que tomar una actitud de las anteriormente afirmadas.
Luego, encontraremos al tipo de persona ante la situación, el empresario, que ante el peligro toma la decisión de arriesgarse a costa de sí mismo, el funcionario, que ante el peligro se escuda tras instituciones que le ayuden a alejarse del peligro y afrontando el riesgo, y el propietario, que ante el peligro se aleja, cuidando de lo que le pertenece.
No existe, para el peligro, un determinado sistema de medición, es decir, el peligro no puede medirse por definición al mismo, sino por definición propia. La inminencia del peligro está sujeta a la subjetividad del individuo al que le acontece, por ello, es sólo él quien puede determinar en ese momento si es capaz de afrontarlo, y declararse superior al peligro, si debe respetarlo, y declararse incompetente, o bien, si huye, y declararse aterrorizado.
En otras palabras, no es sólo cuestión de reconocer el peligro, sino de reconocerse ante el peligro.
Por otro lado, nos podemos enfrentar a situaciones en que nos es imposible huir, antes ya mencionada como el cuarto acontecimiento, en el que ya hemos reconocido que el peligro es superior a nosotros, afecta el núcleo de mi existencia, y además, no ganamos nada con huir, por ello, lo único que queda por hacer, sin engañarnos a nosotros mismos, es resistir.
Podemos darnos cuenta con esto de que siempre que el peligro sea superior a nosotros, afectando o no nuestro núcleo de existencia, la solución más pertinente es la resistencia.
Supongamos al ser que todo puede perder, este ser se encuentra ante un lógico problema, si todo puede perder, entonces, nada puede ganar, ya que todo aquello que en apariencia gane le puede ser arrebatado, empero, sí hay algo que gana el ser humano que se encuentra en este dilema, gana todo lo que es capaz de reconocer en sí mismo. Aristóteles pensó que el hombre que todo puede perder ante el peligro tiene dos opciones, la primera, huir, la segunda, resistir. Ambas resultan lo mismo en la praxis, puesto que la huida ante un peligro que por seguro afectará es igual que la resistencia. Sin embargo, aquel que huye sin razón resulta cobarde, aquel que resiste el embate del peligro, a sabiendas que si corre nada gana, es inteligente, a más de que se auto reconoce valiente, fuerte, y aprenderá, con la cordura con que actúa, a reaccionar con astucia si se llega a enfrentar a un nuevo peligro semejante.
Este “escapar” ante una situación en la que resulta por demás inútil recibe el nombre de evasión, dando la vuelta a la realidad y escudándose en hechos o ilusiones distintas a las que una persona dedica su vida habitualmente (hablando subjetivamente, claro está). Y siendo la evasión un método poco eficaz de resolver un problema, dos son las reacciones más comunes entre aquellos que huyen, reacciones que encontramos cotidianamente:

1. Lo que en psicología se conoce como “Proyección”: Un individuo que refleja su fracaso en otros, adjudicando a ellos el mal desempeño de sus empresas (entiéndase empresas como metas).
2. Cambiando el esquema de su modus vivendi, es decir, tomando como mía una vida que no me pertenece, puesto que no la he conducido a ello.

La fortaleza, un símbolo en el ser humano que habla por sí mismo, es el sinónimo de resistencia para todo empresario, no significa resignarse al daño que el peligro pueda causar, sino encararlo con valentía y aceptar los estragos, intentando salir airoso de la situación, no ganador, pero en honra su oposición.
Fuerte aquel que combate el peligro sabiendo que se es superior a él, y más fuerte aún aquel que enfrenta el peligro con plena conciencia de que este le supera y nada gana con huir, puesto que la firmeza es en el ser humano siempre señal de lealtad y virtud.
En cada ser humano aparece la necesidad de jerarquía por lo que tiene a la mano, es decir, un punto en el que es capaz de reconocer lo que ama, lo que le es menester para su esencia, todo aquello que si le es arrebatado privaría su existencia de una razón de ser.
Por ello, es importante conservar una postura céntrica e introspectiva a lo largo de la vida, conjuntar lo que le parece nuclear y lo que le es periférico. En tanto menos sea nuclear, menos oportunidad tendrá el peligro de apoderarse de ello, y por ende, menor el miedo a enfrentársele y viceversa.
Tres son los ámbitos en los que se desarrolla el hombre, el de tener, el de hacer y el del ser. Cada uno de ellos es independiente persé, aún cuando en práctica se correlacionen en razón de la importancia que cada uno les otorga. Y es por esta relación que ante el peligro se asumen dos posturas, la de vulnerabilidad y la de resistencia.
El individuo que otorga mayor relevancia al tener es aquel que identifica el núcleo de su existencia con aquello que posee, que entre más tiene, más es y más puede hacer; esta persona, con una actitud de vulnerabilidad tiene la gran desventaja de que los bienes materiales se pierden con facilidad, por ello, su esencia es susceptible a los cambios exteriores. Y con una actitud de resistencia tiene la oportunidad de encontrar la forma de utilizar lo bienes materiales no como un fin, sino como una inversión para su propio desarrollo.
El individuo que otorga mayor relevancia al hacer es aquel que identifica el núcleo de su existencia con aquello a lo que se dedica, cuyo hacer da función al tener y al ser, ejemplo de ellos son quienes sacrifican lo que podrían amar por su carrera, siendo esta lo que más aman.
En una actitud vulnerable, la pérdida de su empleo resultaría trágicamente el final de su plenitud, puesto que la entrega a esta es su vida propia. En una actitud de resistencia puede darse cuenta de que el ser es más de lo que se hace, ejemplificando, gracias a Hittler el índice demográfico se redujo notablemente (hizo un bien social), pero ¿Cuán honorable ha sido su acto?, la trascendencia de su ser resulta indeseable. El ser no debería estar en función del hacer, pues en el ser es la virtud, y en al acto es el reflejo del ser.
El individuo que otorga mayor relevancia al ser es aquel que identifica el núcleo de su existencia con aquello que está dentro de sí, con lo que nunca podrá perder, su conciencia, su pensamiento, sus valores, su moral y ética, nos encontramos ante una persona que actúa con base en lo que se dicta a sí mismo y tiene sólo lo que su ser ambiciona. Una persona segura y eficaz, que con una actitud de vulnerabilidad dispone de su oficio y sus haberes para sostenerse y reiniciar, y que con una posición de resistencia entiende que todo puede perder, excepto lo que hay dentro de sí, y muy por el contrario, puede llegar a ser más de lo que era.

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